CARMONA.- VIRGEN DE GRACIA

VIRGEN DE GRACIA

-CARMONA-

La niebla inunda la campiña sevillana. Como un barco navegando en un mar de espuma amanece Carmona sobre la llanura. Las torres de sus iglesias y conventos hacen sonar sus campanas rompiendo el sueño de los rezagados, a los que el calor de la noche ha mantenido en vela hasta bien entrada la madrugada. Al filo del tajo un campanario suena más que ningún otro. El repique constante anuncia un día especial para Carmona, el día de su patrona, la Virgen de Gracia. El cirio que alumbra el camino hacia el Padre.

«Tú eres la llena de gracia»

María forma parte de la trinidad de Dios, sin ser parte de ella. María es al mismo tiempo hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y arca del Espíritu Santo. En ella Dios se hace hombre. Pero para que se pueda encarnar el Hijo del Hombre en una mujer, su alma y su cuerpo debe estar libre de todo pecado. Debe estar llena de gracia. Porque el pecado es incompatible con la gracia.

Cuando el otoño empieza a despuntar y septiembre comienza su cuenta, Carmona se prepara para una de sus grandes fiestas. El primero de septiembre las calles se llenan de peregrinos dispuestos a marcar con sus pasos el camino hacia la Ermita de la Virgen de Gracia. La romería comienza con la fiesta eucarística en san Antón y concluye con la misma en el santuario de Nuestra Señora. Estancias que no ocupa desde 1835, cuando la desamortización hizo considerar su permanente estancia en la ciudad como la mejor opción ante la incertidumbre de aquel tiempo.

Va para dos siglos la visita de la Virgen de Gracia a Carmona. Que por dejar de serlo se ha convertido en su casa y facilita la cercanía con sus vecinos. Vecinos que en numerosas ocasiones fueron a su santuario y la llevaron en procesión por la ciudad y sus campos para pedir la mediación de Santa María ante Dios Nuestro Padre. Favores y plegarias que ha día de hoy siguen haciendo don devoción propios y extraños, y de las que dan fe ramos de flores a los pies de la patrona y el ronroneo de un rosario escapando de la boca.

«El ángel del Señor anunció a María»

Cuenta la Sagrada Escritura que meses después de la concepción de Isabel, en la que dio a la luz a Juan Bautista, un mensajero de Dios visitó a María. Una mujer esposada con un descendiente del Árbol de Jesé, de la Casa de David. Las primeras palabras del ángel Gabriel fueron: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

La Gracia es el antónimo al pecado. Un estado de plenitud y acogida de los mandatos de Dios. Según los exegetas el significado literal de la expresión pronunciada por Gabriel es: «tú que has estado y sigues estando llena de favor divino». Esta apreciación es de singular importancia porque valida el dogma de la Inmaculada Concepción de María. María está llena de gracia, sin pecado, desde el origen de los tiempos y por eso es digna de que en su vientre se geste el Hijo de Dios, el que habrá de romper las cadenas de la muerte.

Mayo es el mes mariano por excelencia. Pero en Carmona septiembre es el mes de María, la llena de Gracia. Día tras día, después de la romería, el templo de Santa María se colma de personas que vienen a buscar el favor de la Madre de Dios y a dar las gracias por los dones recibidos. El octavo día del mes la ciudad vive su fiesta grande, la conmemoración del patronazgo, que sirve a su vez de inicio a la novena a Santa María de Gracia.

La luz que marca el camino al Señor

Hasta dos veces le dice el ángel Gabriel a María que ella ha encontrado la gracia en Dios. El Padre la ha elegido entre todas las mujeres, «bendita tú», y la ha librado del pecado de Adán. En su matriz se fragua la alianza firmada con los hombres. En María, Dios se hace uno más, para salvar a la humanidad de las garras de la muerte y concedernos a todos la gracia del Padre, el perdón de nuestros errores.

El sol comienza a declinar. Busca receloso su lecho sobre el horizonte. La plaza de Santa María comienza a bullir en gentío. Cientos de personas se agolpan buscando la agradable sombra de la tarde. Dentro del templo la imagen de la Virgen de Gracia, cuyo rostro muestra como ningún otro la alegría placentera de sentirse amada por Dios, espera sobre un sencillo paso su esperada salida procesional. Ha concluido la novena. Es el momento de que la Madre de Dios se deje acompañar por las calles de Carmona, por sus fieles y devotos. El momento de escuchar el murmullo de una oración a su paso. Una petición, un favor, una súplica de una madre que vela por su hijos. La Virgen de Gracia sale a las calles de Carmona para ver a su pueblo y dejarse ver. Para que podamos contemplar en su rostro la alegría de ser Hijos de Dios.