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Marcha del Mes.- Cristo de Vera Cruz
Publicado el 14/01/2013
Marcha protagonista de la sección "la marcha del mes", del segundo podcast (noviembre 2012) de Patrimonio Musical (www.patrimoniomusical.com/podcast.htm)
Si en esencia, todo compositor es identificado por alguna obra en particular, en el caso de Manuel Borrego Hernández es su marcha “Cristo de Vera Cruz”. Quizás, a través de esta composición, Borrego ve reconocida toda una obra para banda de enjundia y grandísimo nivel artístico. Pero Manuel Borrego no es un compositor de masas, no lo fue antes, ni tampoco lo es ahora, cuando la música procesional alcanza unas cotas de difusión inauditas.
El amplio repertorio musical del maestro Borrego se extiende desde los años veinte hasta los cincuenta del pasado siglo. En este lapso de tiempo, escribe numerosas marchas procesionales de excepcional calidad y belleza, entre las que se encuentran “Regina Pacis”, “Paso de palio”, “Salus Infirmorum”, “IV y VI Dolor”, o “Cristo de Vera Cruz”, la que nos ocupa.
Manuel Borrego destacó por su talento, por la unción religiosa de sus composiciones, por el profundo tratamiento armónico que empleaba y por el cariz sinfónico de buena parte de ellas. “Cristo de Vera Cruz” probablemente reúne todas estas condiciones, incluso la última, porque si bien, en la inclusión profusa de cornetas el carácter sinfónico puede verse minorado, existen pasajes que conservan el aire propio de las marchas profundas de su autor.
Compuesta en 1932, y dedicada al Cristo de la Vera Cruz de Alcalá del Río, nos encontramos ante una de las mejores marchas de la historia, que marca son su elevada personalidad un estilo de marcha procesional que se sale en su estética de lo común. A saber, las marchas tienden a clasificarse o estereotiparse en marchas procesionales con cornetas (entendiéndose como tales, generalmente, aquellas que incluyen este instrumento y que son de carácter alegre y triunfal) marchas fúnebres, marchas lentas, y más tipos de adjetivaciones que harían prolija su enumeración. Pero “Cristo de Vera Cruz” es algo más.
El uso destacado de la corneta aporta un cierto aire marcial y rígido a la obra, pero lejos de embaucarse en una expresión alegre y airosa, la marcha recorre atmósferas más tristes y severas, erigiéndose en un ejemplo perfecto de marcha fúnebre con cornetas, en el que el recogimiento y el lirismo –reforzados por una saetilla entonada por las maderas- son denominadores comunes.
Asimismo, este escenario musical que plantea Borrego, es claramente antecedente de Pedro Gámez Laserna y sus marchas “Saeta Cordobesa” y “Saeta Sevillana”. El planteamiento es muy parecido, con la inclusión de la saetilla y su resolución final, aunque merece destacar que los diseños y estructuras, que el modo de proceder, difieren de un compositor a otro en función de sus preferencias musicales.
En una aproximación a su forma y características técnicas, “Cristo de Vera Cruz” cuenta con una introducción en fuerte, donde se dejan ver, desde el primer instante, el protagonismo especial de las cornetas, junto con el resto de instrumentos de viento-metal. Le sigue la exposición del tema principal, que con contrapunto en imitación se desarrolla progresivamente, desaparecerá y volverá a aparecer posteriormente como recurso en otras secciones de la composición. El grueso de la marcha gravita en torno a este tema central expositivo, alternándose fundamentalmente dos motivos musicales. Igualmente, Borrego recurre a una música de marcado carácter modal, buscando en distintos episodios la combinación de instrumentos en forma de pregunta-respuesta, sobre distintas dinámicas en piano y fuerte, en las que el oyente podrá disfrutar de un entramado musical perfectamente dispuesto y distinguible por las diversas sonoridades y timbres.
Tras este tema central aparece el pasaje que más caracteriza la obra: la saetilla, y que podría considerarse como trío. En él se alcanza una atmósfera de profundo recogimiento, con el canto de clarinetes dibujando de melodías los ecos de una saeta desgarradora. La saetilla se resuelve con una coda final de gran contraste, triunfal y fortísima, con la intervención de cornetas, trompetas y fliscornos que en modo mayor, pero con ciertas pinceladas en menor, conducen a un perfecto final, cerrando así una marcha de gran concepción.
Sin duda, “Cristo de Vera Cruz” es la marcha más popular de Manuel Borrego. Aun así, no es, ni por asomo, una marcha que goce de un círculo amplio, y sólo se ciñe a la admiración y el reconocimiento de aficionados con un cierto conocimiento del género.
Según cuenta una hija del compositor, cuando la Virgen de la Candelaria pasaba cada Martes Santo por su casa, la banda de música de la Cruz Roja acometía la marcha como homenaje y recuerdo.
Ha sido varias veces grabada, destacando las versiones de la Oliva de Salteras en el disco “Vera Cruz” de 2004, o la de la Cruz Roja en el disco “Nuevas marchas cofradieras” de 1986. Actualmente la llevan distintas bandas en su repertorio, no solamente de la geografía sevillana, sino también de otras localidades y provincias, como la banda de música de Calíope de Fernán Núñez.
Una marcha de una elegancia y empaque difíciles de encontrar, que se amolda perfectamente a cualquier momento y situación de una estación de penitencia. Su variedad expresiva, su distinta naturaleza, la combinación magistral de cornetas ensartadas en un discurso musical serio y profundo, la hacen propicia para el repertorio de una hermandad de riguroso negro, para un palio de aire triunfal, incluso, si me apuran, aprovechando el debate creado en este programa, para un paso de Cristo bien acompañado por una banda de música. En esta marcha, la solemnidad se escribe con mayúsculas; quien busque una ocasión única, para hacer del paso de su cofradía un recuerdo único, en esta marcha tiene una garantía. “Cristo de Vera Cruz” bien vale un momento único.
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